El dial Lunes, 3 de Agosto de 2009 - Año XI
SUPLEMENTO DE DERECHO CONSTITUCIONAL DOCTRINA
“Caritas in Veritate”: desarrollo integral de las personas y los pueblos
Por Norberto Padilla(*)
La tercera encíclica de Benedicto XVI, “Caritas in Veritate” (“La caridad en la verdad”)[1] constituye una conmemoración de la encíclica de Pablo VI “Populorum Progressio”,[2] y a través de ella, un punto de partida para mirar la realidad de este nuevo siglo que se acerca a la primera década. La crisis económica de fin de 2008 demoró la conclusión del texto, ya que conceptos y reflexiones, lecciones incluso, no podían no estar de alguna manera presentes.
En la imposibilidad de realizar un análisis del documento, me limitaré a algunos temas, con la esperanza de que despierten en el lector el interés por conocerlo, meditarlo y hacerlo carne en nuestra sociedad. Me detendré ante todo en los términos mismos de las palabras iniciales que le dan el título, para pasar luego a derechos y deberes de la persona, la cooperación internacional y el principio de subsidiariedad, la responsabilidad empresaria, para concluir con una invitación a que este nuevo aporte de la Doctrina Social de la Iglesia sea recibido en la Argentina en vísperas del Bicentenario.
Podría hacerse una primera constatación frente a los que sostienen que Benedicto XVI significa un retroceso en el camino iniciado por el Concilio Vaticano II. Prueba de que no es así es esta encíclica en la que el Papa rinde homenaje al “gran Pontífice Pablo VI” (1963-1978), quien llevó hasta su conclusión precisamente el Concilio y dio las directrices para su aplicación. Fue el Papa Montini el de las primeras peregrinaciones desde la urbe al orbe, empezando por Tierra Santa, promotor del ecumenismo y el diálogo interreligioso, amigo de pensadores de la talla de Maritain y de Guitton, el Papa del diálogo (“la Iglesia se hace palabra” [3]) y de la alegría (el precioso documento “Gaudete in Domino”[4]), y al mismo tiempo, de la angustia de tomar medidas para conservar la unidad de la fe y la disciplina frente a los extremos del progresismo y del conservadorismo en los tiempos primeros y difíciles de recepción de la enseñanza conciliar. Un Papa, por todo ello, a menudo incomprendido, sospechado y hostilizado, cuyo legado a la Iglesia y al mundo es admirable, como lo ha entendido su sucesor.
I. Desarrollo, caridad, verdad
“Populorum Progressio” es un jalón en la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo punto de partida fue “Rerum Novarum”, de León XIII, en 1891. Entre una y otra, los cambios en el mundo habían sido siderales, tanto que el hombre apenas un par de años después daría su primer paso en la luna. Habían pasado dos guerras mundiales, el surgimiento y la caída de imperios, el auge de totalitarismos (uno de ellos, el comunista, estaba en plenitud entonces), el establecimiento de los organismos internacionales (frente a la asamblea de las Naciones Unidas Pablo VI había clamado: “Nunca más la guerra, nunca más”), el nacimiento de naciones independientes en el África y Asia, y podríamos seguir. En muchas lugares, la cuestión social llegó a las constituciones, los movimientos sindicales hasta se convirtieron, según diría Lassalle, en “factores reales y efectivos de poder”, se lograron salarios dignos, seguros contra la desocupación, acceso a la vivienda, la salud y la educación… en muchos, y en muchos lugares no, sino que por el contrario, surgieron nuevas formas de pobreza y de exclusión. Pablo VI advirtió que la enseñanza de León XIII (1878-1903) no sólo mantenía su vigencia en sus conceptos fundamentales sino que la justicia en las relaciones entre patrones y obreros, la opción por la cooperación y no la lucha de clases, se proyectaban más allá de las personas y los países. La cuestión social, decía Pablo VI, “ha adquirido una dimensión mundial”: “Hoy el hecho más importante del que todos deben tomar conciencia es el de que la cuestión social ha tomado una dimensión mundial. Juan XXIII lo afirma sin ambages y el Concilio se ha hecho eco de esta afirmación en su Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy. Esta enseñanza es grave y su aplicación urgente. Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia, y llama a todos, para que respondan con amor al llamamiento de sus hermanos” (nº 3).
Benedicto XVI hace notar la continuidad y coherencia de la Doctrina Social de la Iglesia en su conjunto y define a “Populorum Progressio” como “la Rerum Novarum de la época contemporánea”. A su vez ella se inserta en el tiempo del Concilio Vaticano II, finalizado el 8 de diciembre de 1965, y en particular en la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, sobre la Iglesia en el mundo de hoy.[5]
Cabe recordar que en 1968 Pablo VI inauguró en Bogotá la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que sesionó en Medellín, que produjo los Documentos Finales que llevan el nombre de esa ciudad, y que tanto marcaron la vida de la Iglesia en nuestro continente.[6] Los obispos argentinos por su parte, hicieron su aplicación de Medellín para la situación del país en el Documento de San Miguel [7]. Este proceso, de indudable valor más allá de determinadas lecturas reduccionistas, fue consecuencia directa e inmediata de los dos grandes documentos citados.
Hoy en día oímos hablar menos de “desarrollo”, palabra casi talismánica medio siglo atrás, que luego se consideró excesivamente voluntarista: en la Argentina el Presidente Frondizi recurría en abundancia al concepto y pondría el término como parte de su denominación partidaria más adelante, John F. Kennedy hizo lo propio con la “Alianza para el Progreso”, está al día de hoy el Banco Interamericano de Desarrollo. Pablo VI lo tomó para su encíclica: “el desarrollo- progreso- de los pueblos” y proclamó: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Benedicto XVI retoma el término: “sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad”.
“Desarrollo humano integral”, ya lo decía Pablo VI, es de “todo el hombre”, que no está llamado a “tener más” sino “a ser más”, a “condiciones plenamente humanas”. Dice el actual Pontífice que el desarrollo es vocación o llamado a la trascendencia, a una apertura sin el cual no hay verdadero humanismo. “El desarrollo humano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos…Sólo si es libre, el desarrollo puede ser integralmente humano: sólo en un régimen de libertad responsable puede crecer de manera adecuada”.
“En la caridad”. En su primera encíclica Benedicto XVI tomó como centro la caridad [8], “amor recibido y ofrecido”, dinámica a la que responde toda la Doctrina Social de la Iglesia. “Es anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. En tal sentido, hay una íntima relación entre una y otra encíclica: la primacía del amor, que es en definitiva la primacía de Dios, amor, justicia y misericordia.
“En la verdad”. “Sólo en la verdad resplandece la caridad”, Dios es a la vez Caridad y Verdad, Amor y Palabra. La interrelación de amor y verdad será permanente en la encíclica hasta ser la piedra de toque de todo desarrollo y de todo humanismo: “vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo integral”.
De ahí que la Doctrina Social de la Iglesia no sea, como a veces se cree, un compendio de buenos principios y deseos para invocar en discursos y proyectos, sino “anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. Verdad que compromete y transforma si se está realmente abierto a ella.
Esta caridad en la verdad encuentra una exigencia primera en la justicia. Si bien la caridad va más allá de la justicia “porque amar es dar, ofrecer de lo ¨mío¨ al otro” “nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es ¨suyo¨. No puedo ¨dar¨ al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde”. La justicia, concluye, es inseparable de la caridad, su “medida mínima”, en palabras de Pablo VI. He aquí toda una visión de la sociedad: “La caridad supera la justicia y la completa, siguiendo la lógica de la entrega y del perdón. La ¨ciudad¨ del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión”. Ya Juan Pablo II, en uno de los más admirables documentos de su pontificado, había mostrado, a la luz de la parábola del hijo pródigo, que la misericordia supera la justicia, principio cardinal para la vida social y personal [9].
Estrechamente vinculada con la justicia está el bien común. Desear el bien común “es una exigencia de justicia y caridad”, trabajar por el bien común es la vocación de cada cristiano. En la Argentina resuena con fuerza este recordatorio del bien común, el “bienestar general” del Preámbulo, que tan a menudo se sacrifica en aras de los intereses individuales, corporativos y partidarios, razón no menor de nuestros males. Hoy el bien común, en la sociedad en vía de globalización, abarca toda la familia humana. Es la dimensión mundial de la cuestión social.
II. Derechos y deberes
Entre los instrumentos internacionales de derechos humanos que en 1994 adquirieron jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22 CN) se encuentra uno raramente citado. Rara e injustamente. Me refiero a la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, firmados en Bogotá en 1948 por la IX Conferencia Internacional Americana. Leemos en el Preámbulo: “El cumplimiento del deber de cada uno es exigencia del derecho de todos. Derechos y deberes se integran correlativamente en toda actividad social y política del hombre. Si los derechos exaltan la libertad individual, los deberes expresan la dignidad de esa libertad”.
La correlación de derechos y deberes de la persona humana es frecuentemente olvidada en la actualidad al cundir el individualismo y el relativismo.
No es de extrañar que el Papa pida “una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario”. Y continúa en términos que transcribo pese a la extensión de la cita: “Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades. Dicha relación consiste en que los derechos individuales, desvinculados de un conjunto de deberes que les dé un sentido profundo, se desquician y dan lugar a una espiral de exigencias prácticamente ilimitada y carente de criterios. La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos. Los gobiernos y los organismos internacionales pueden olvidar entonces la objetividad y la cualidad de «no disponibles» de los derechos. Cuando esto sucede, se pone en peligro el verdadero desarrollo de los pueblos”. Aunque parezca extraña, a poco que se medite se comprenderá la razón de esta afirmación: “Compartir los deberes recíprocos moviliza más que la mera reivindicación de derechos”.
Los derechos de la persona no están mencionados en un solo lugar del texto, por lo que trataremos ahora de reunirlos en apretada síntesis. Claramente se afirma la relación entre los derechos y deberes y el auténtico desarrollo.
“La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica”, escribe, para relacionarla con los problemas del crecimiento demográfico, estigmatizado como causa de subdesarrollo como justificación de políticas antinatalistas. Consiguientemente reafirma la necesidad de respetar el sentido integral de la sexualidad, máxime frente a programas de países y organizaciones internacionales que promueven sea directamente el aborto, sea la esterilización u otras formas, que, de manera explícita o implícita, combaten la natalidad en los países pobres. Y ello ocurre a menudo desconociendo el derecho de las personas a elegir responsablemente la regulación de la fecundidad. Pablo VI en el célebre discurso ante las Naciones Unidas expresaba: “Vuestra tarea es hacer de modo que abunde el pan en la mesa de la humanidad y no auspiciar un control artificial de los nacimientos, que seria irracional, con miras a disminuir el número de convidados al banquete de la vida” [10]. Cabe consignar que la Argentina ha defendido este principio en las conferencias de Naciones Unidas sobre población, desde la de Bucarest en 1974,[11] así como en otros foros internacionales. De ahí que, como expresa Benedicto XVI, “Humanae Vitae” “no se trata de una moral meramente individual” sino que señala “los fuertes vínculos entre ética de la vida y ética social”. El desarrollo integral de la persona requiere fortalecer la familia, sujeta sin duda a cambios y crisis, así como a ataques o sencillamente, al olvido o el menosprecio de su función social. De ahí la responsabilidad de todos, Estado incluido, en la promoción de la familia. Y que se haga a través de la transmisión de valores y de políticas laborales, sociales y educativas adecuadas. No sonará “políticamente correcta” quizás la invitación del Papa a proponer a las nuevas generaciones “la hermosura de la familia y el matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y la dignidad de la persona”. Proponer la hermosura de la familia y el matrimonio, lo que Juan Pablo II llamaba “el Evangelio -buena noticia- de la familia”, es un desafío en primer lugar para los mismos católicos. No basta quejarse de los avances de políticas y de costumbres que cuestionan valores permanentes. Eso caerá en el vacío si no se da testimonio, con la vida y la palabra, de la “buena noticia”, si no se encuentra el lenguaje, inteligente y creativo para la formación y el apoyo a los novios primero y luego a lo largo de la vida matrimonial. Bueno es recordar que los Documentos de Medellín, que ya entonces señalan la crisis que afecta a la familia, recuerdan que es “formadora de personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo”.
Entre los derechos que el Papa subraya están el de la alimentación y el acceso al agua, “derechos universales de todos los seres humanos sin distinciones ni discriminaciones”, con instituciones económicas capaces de asegurarlos.
La desigualdad, o las “disparidades hirientes” expresión que el Pontífice retoma de “Populorum Progressio”, “como la del rico Epulón y el pobre Lázaro[12], tiene otra de sus manifestaciones en el acceso al trabajo. La inestabilidad del mismo, lo sabemos por la experiencia argentina, es fuente de grandes perturbaciones emocionales y familiares, como escribe el Papa, “incluido el matrimonio”, tantas veces minado por esta razón. De igual manera, la pérdida de la cultura del trabajo tiene una grave incidencia en la educación de los jóvenes. “El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad”.
La libertad religiosa constituyó uno de los temas más conflictivos del Concilio Vaticano II, que le dedicó la Declaración “Dignitatis Humanae”[13]. El magisterio de los Papas ha seguido afirmando y desenvolviendo este derecho humano fundamental, que hasta ha sido considerado “el origen de todas las libertades”.[14]
También en la encíclica, se destaca la importancia de este derecho en un mundo en el “que hoy se mata frecuentemente en nombre sagrado de Dios”, en especial “por el terrorismo de inspiración fundamentalista que causa dolor, devastación y muerte, bloquea el dialogo entre las naciones y desvía grandes recursos de su empleo pacifico y civil”. Está también el fanatismo, que impide la libertad religiosa, y al respecto, sin que el Papa lo mencione por sus nombres, se manifiestan en regiones de la India, Nepal, en el Lejano Oriente, e Irak en el Próximo, la persecución de las comunidades cristianas que son diezmadas y forzadas a emigrar. Benedicto XVI, en su reciente peregrinación a Tierra Santa, hizo numerosas referencias a esta situación y tuvo palabras de aliento para las sufridas comunidades cristianas de allí
Pero hay otra situación sobre la que se llama la atención: “la promoción programada de la indiferencia religiosa o del ateísmo práctico”. No son ya los regímenes del totalitarismo comunista sino gobiernos y sociedades democráticos los que buscan excluir a Dios y a lo religioso del ámbito público y privar de la palabra en el foro social a los creyentes en especial en los temas “sensibles”, como el comienzo y el final de la vida, los valores, la opción preferencial por los pobres. Muy distinta a una sana laicidad, es un laicismo agresivo e intolerante que sin embargo acusa de intolerante a la religión. Tanto en el fundamentalismo como en el laicismo “se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa”. Benedicto XVI vuelve así sobre uno de sus temas predilectos, la relación entre fe y razón. Ciertas formas culturales de ese tipo son exportadas, en especial a través de los medios de comunicación a los países menos favorecidos económicamente, lo que puede producir “el subdesarrollo moral”.
En otro momento del documento, se recuerda que libertad religiosa no significa indiferentismo religioso ni comporta que todas las religiones sean iguales. En efecto, deberá distinguirse, como es claro en la enseñanza conciliar, lo que es la libertad de religión exenta de coacción externa, que debe asegurarse como derecho humano fundamental a todos, de la obligación de buscar la verdad “con sincero corazón” como reza una de las Plegarias Eucarísticas. Agreguemos que el diálogo ecuménico e interreligioso presupone, incluso por respeto al interlocutor, la identidad firme y formada en la propia fe.
Un discernimiento sobre el aporte que las distintas religiones realizan a la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común considera el Papa necesario “sobre todo para quien ejerce el poder político”. En este sentido sería aplicable el concepto de “igualdad en igualdad de circunstancias” que, con respeto a la libertad religiosa de todos, puede llevar al Estado sea a dar preferencia a una determinada confesión, sea a realizar convenios de colaboración con algunas, como sucede en España e Italia por ejemplo.
Luego de puntualizar que “otras culturas y religiones enseñan la fraternidad y la paz”, advierte la encíclica sobre lo que podríamos llamar el mercado religioso de nuestro tiempo, la proliferación de movimientos, corrientes, grupos, filosofías, de trasfondo religioso más o menos difuso, que acentúan el bienestar individual pero aíslan a la persona del compromiso con los demás. Su carácter sincretista puede ser “uno de los factores negativos del proceso de globalización“. No hace falta agregar que las propias falencias de los cristianos en comunicar de manera creíble el mensaje de que somos portadores (sin considerarnos por ello dueños de la verdad) y de los tesoros inconmensurables de la espiritualidad y santidad que son patrimonio del cristianismo, llevan a que se busque saciar erráticamente la sed de trascendencia en otras aguas.
III. Cooperación internacional y subsidiariedad
Como punto de partida nos detenemos en esta afirmación de la encíclica: “la globalización no es a priori ni buena mi mala. Será lo que se haga de ella”.[15] Vivimos “un estallido de la interdependencia planetaria”, en una dimensión que Pablo VI pudo prever sólo parcialmente. La globalización, dice el Papa, ha permitido a pueblos enteros salir del subdesarrollo y constituye “una gran oportunidad”. Pero “sin la guía de la caridad en la verdad…puede contribuir a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana”.
La cooperación internacional cumplirá su razón de ser en la medida que se respete “la centralidad de la persona humana”. Los riesgos de prescindir de ella son los paternalismos, los clientelismos y nuevas formas de dependencia. De ahí la mención de un principio clave de todo trabajo de promoción social al nivel que sea, tanto más respecto a países, es la adaptación flexible a las circunstancias concretas y que los que se pretende beneficiar “deben implicarse directamente en su planificación y convertirse en protagonistas de su realización”.
“El gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario”. ¿Qué quiere decirse con ello? La subsidiariedad es una ayuda “emancipadora” porque hace que se asuman las responsabilidades en el respeto de la autonomía de los cuerpos intermedios, de la dignidad de la persona y la reciprocidad que forma parte de su esencia, porque siempre se es capaz de dar al otro, “el antídoto más eficaz del asistencialismo”.
Es en el principio de subsidiariedad que el Papa encuentra un terreno especialmente apropiado a la colaboración fraterna entre creyentes y no creyentes. Quizás el énfasis en lo trascendente y más aún, de lo cristiano, como criterio de todo verdadero humanismo, daría a pensar que no hay suficiente cabida para el trabajo común, lo que no se corresponde con la realidad de una época en que muchas organizaciones y personas se comprometen lealmente con la justicia, la paz y la promoción humana sin estar movidas por una concepción religiosa. Es bienvenido, entonces, recordar que el de la subsidiariedad, “íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa”, es considerada “manifestación particular de la caridad y criterio guía para la colaboración fraterna de creyentes y no creyentes”.[16]
La globalización exige, como en su momento expresó el Beato Juan XXIII y han seguido haciendo sus sucesores, una autoridad política mundial, capaz de “comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad”. La comunidad internacional es familia de naciones necesitada de “una reforma urgente” tanto de la ONU como de los organismos de la “arquitectura económica y financiera internacional”.
Solidaridad, justicia, subsidiariedad, son conceptos que se articulan en lo que bien puede llamarse una deuda social a nivel mundial, como la hay al de cada país, la Argentina sin ir más lejos.[17] Escuchemos al Papa: “El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”. No en vano, el lema del Papa Ratzinger para la Jornada Mundial de la Paz 2009 es “Combatir la pobreza, construir la paz”.
Es conocida la preocupación de Benedicto XVI por el respeto al medio ambiente, que por cierto está bien presente en la encíclica. “El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo y viceversa”. Por lo tanto, se necesitan nuevos estilos de vida para alejarse del hedonismo y consumismo y asumir la responsabilidad por lo creado, empezando por la vida humana misma. En tal sentido, es notable la precisión con que se equilibra la relación del ser humano y la naturaleza: “es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona misma”, dice y agrega: “el ambiente natural no es materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador”. Los términos “solidaridad” y “justicia intergeneracional” son referencias fundamentales. En tal sentido, es grato recordar el art. 4l de la Constitución Nacional con su referencia al derecho a un ambiente sano en que las actividades productivas no comprometan el de las generaciones futuras.
Justicia, subsidiariedad, responsabilidad, articulados en torno a la cuestión social a nivel mundial, exigen realismo a la hora del balance de resultados. El Papa no elude la distribución de responsabilidades incluso respecto a los países en vías de desarrollo, y volvemos a citar in extenso:
“Hoy, el cuadro del desarrollo se despliega en múltiples ámbitos. Los actores y las causas, tanto del subdesarrollo como del desarrollo, son múltiples, las culpas y los méritos son muchos y diferentes. Esto debería llevar a liberarse de las ideologías, que con frecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad, y a examinar con objetividad la dimensión humana de los problemas. Como ya señaló Juan Pablo II, la línea de demarcación entre países ricos y pobres ahora no es tan neta como en tiempos de la Populorum Progressio. La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo «el escándalo de las disparidades hirientes». Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en los países pobres. La falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local. Las ayudas internacionales se han desviado con frecuencia de su finalidad por irresponsabilidades tanto en los donantes como en los beneficiarios. Podemos encontrar la misma articulación de responsabilidades también en el ámbito de las causas inmateriales o culturales del desarrollo y el subdesarrollo. Hay formas excesivas de protección de los conocimientos por parte de los países ricos, a través de un empleo demasiado rígido del derecho a la propiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario. Al mismo tiempo, en algunos países pobres perduran modelos culturales y normas sociales de comportamiento que frenan el proceso de desarrollo”.
Es notable la coincidencia de diagnóstico con el del Presidente Barack Obama, quien visitó a Benedicto XVI y recibió un ejemplar de la encíclica que acaba de ver la luz. En su intervención en la Cumbre de L´Aquila señaló de males como la corrupción que contribuyen al estancamiento cuando no al retroceso en el continente de sus mayores, que no pueden simplemente ponerse en el debe de las antiguas potencias coloniales[18].
IV. La responsabilidad social empresaria
La vida económica requiere del mercado, el Estado y la sociedad, como del contrato, de leyes justas y formas de redistribución, de seguridad y confianza recíprocas, además de obras caracterizadas por el concepto de la gratuidad. Citando a Pablo VI, la encíclica aboga por una “economía de mercado capaz de incluir, al menos tendencialmente, a todos los pueblos, y no solamente a los más particularmente dotados”.
En ese sentido, la encíclica constata y pide “cambios profundos en el modo de entender la empresa”, que evidentemente está imbricada con el gigantesco movimiento de la globalización.
Una cuestión bastante traída a colación en el debate político es el de las inversiones que hacen empresas locales en el extranjero. “No se puede negar que un cierto capital puede hacer el bien cuando se invierte en el extranjero en vez de la propia patria”, para lo cual se requieren reglas claras en que queden a salvo los “vínculos de la justicia, teniendo en cuenta también cómo se ha formado ese capital y los perjuicios que comporta para las personas el que no se emplee en los lugares donde se ha generado”.
Así como pide no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado y de su presencia necesaria al igual que la empresa y la sociedad civil, se marca el significado polivalente de la iniciativa empresaria. Hoy en día existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción de “público” y privado”, y entre ellas las que advierten los vínculos con los lugares donde desarrollan su actividad: “Para realizar una economía que en el futuro próximo sepa ponerse al servicio del bien común nacional y mundial, es oportuno tener en cuenta este significado amplio de iniciativa empresarial. Esta concepción más amplia favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del mundo non profit al profit y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías avanzadas al de países en vía de desarrollo”. Es muy positivo y alentador que el Papa resalte que “se está extendiendo la conciencia de la necesidad de una ´responsabilidad´ más amplia de la empresa”, de lo que en la Argentina tenemos ejemplos relevantes. Me permito señalar el compromiso de empresas con una inversión social eficaz que se interrelaciona con proyectos propios y de otros actores, en medida no menor, la Iglesia Católica con su vasta red social, y el Estado en sus diversos niveles, en síntesis, una aplicación del principio de subsidiariedad.[19]
V. Consideraciones finales
Como Pablo VI, su sucesor se hace eco de urgentes reformas que permitan superar situaciones de injusticia que impiden el desarrollo integral de la persona. A veces las mismas de hace cuarenta años, a veces otras que se presentan en la vertiginosa realidad de hoy.
La centralidad de la persona es clave en toda la encíclica, es el punto de referencia de todos los sistemas, de todas las responsabilidades y proyectos. Lo es de la Iglesia Católica porque la gloria de Dios, en palabras de San Irineo de Lyon, es el hombre viviente”.
En ese camino, que es de amor, de don, de servicio, a “todo el hombre y todos los hombres”, Benedicto XVI nos recuerda que la promoción humana es inseparable de la evangelización: “toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad tiende a promover el desarrollo integral del hombre”. Siguiendo lo que bien puede llamarse la carta magna de la evangelización, la Encíclica de Pablo VI “Evangelii Nuntiandi”, el actual Papa expresa: “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización”.
¿Qué dice la encíclica “Caritas in Veritate” a los argentinos que nos disponemos a celebrar el Bicentenario?
Ante todo a los cristianos les dice que el desarrollo necesita que tengan los brazos levantados en oración. Ella es necesaria para que su vida refleje el amor de Dios en un mundo “más necesitado de testigos que de maestros” (la frase es de Pablo VI). De otra manera, librado a sus propias fuerzas, el apostolado se volverá simple activismo pronto presa de la frustración. Luego, que en la vida de nuestra Patria Dios no sea excluido de la esfera pública, porque se caería en un “humanismo inhumano”. Que Dios siga siendo reconocido, agregamos, como “fuente de toda razón y justicia”.
Que cristianos, fieles de otras religiones y no creyentes se comprometan en el servicio al bien común. Los principios del Preámbulo bien pueden ser leídos a la luz de la encíclica: justicia, seguridad, bienestar general, paz interior. Y las grandes intuiciones de los constituyentes, la apertura a la inmigración, el acceso a la educación y al trabajo, la libertad religiosa. Más modernamente, la preservación del ambiente y de los recursos energéticos. Como contracara, el hambre, viviendas que nada tienen de dignas, los estragos de la droga, el temor ante la inseguridad y la desocupación, el desamparo de los niños y los ancianos, la crisis de la familia, una democracia necesitada de ganar en calidad institucional. Ahí deben hallarse los terrenos comunes para una colaboración fraterna con “todos los hombres de buena voluntad”, destinatarios, al igual que los pastores y fieles católicos, de esta Encíclica.
La Argentina es parte de lo que debe ser “la familia de naciones”. En los ámbitos de los organismos internacionales, en primer término del MERCOSUR, y en las relaciones bilaterales, será fiel a su tradición si promueve “la caridad en la verdad” al servicio de los pueblos, como condición de auténtico desarrollo y de paz duradera.
La encíclica no pretende dar soluciones técnicas, no es la misión de la Iglesia, aunque a veces esté tentada de hacerlo por clericalismos de signo diverso cuando no sólo en apariencia opuestos. Ofrece “la vía maestra” de la Doctrina Social, como servicio a la sociedad y a la persona y como parte de su misión de anunciar a Cristo. “Experta en humanidad” (feliz expresión de Pablo VI ante la asamblea general de la ONU), la Iglesia propone, no impone, y contribuye, especialmente desde la vocación específica de los laicos, a encarnar el Evangelio en el aquí y ahora de nuestra sociedad y nuestro tiempo.
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(*) Profesor Titular de D. Constitucional (UCA). Miembro del Instituto de Derecho Eclesiástico (UCA) y del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR). Profesor adjunto i. de D. C. Profundizado (UBA) . Ex Secretario de Culto de la Nación.
[1] S.S. Benedicto XVI, Carta encíclica “Caritas in Veritate”, 29.6.2009.
[2] S.S. Pablo VI, Carta encíclica “Populorum Progressio”, 26.3.1967.
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_26031967_populorum_sp.html
[3] S.S. Pablo VI, Carta encíclica “Ecclesiam Suam”, 5.8.1964.
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_06081964_ecclesiam_sp.html
[4] S.S. Pablo VI, Exhortación Apostólica “Gaudete in Domino”·, 9.5.1975.
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19750509_gaudete-in-domino_sp.html
[5] Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, 7.12 1965.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html
[6] II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Documentos Finales de Medellín, septiembre, 1968. http://www.mscperu.org/biblioteca/1magisterio/america_lat/bl_medellin.htm
Diez años después (enero de 1979) se reunió la III Conferencia en Puebla de los Ángeles, Méjico, de donde surgió el Documento de Puebla, que tiene como fuentes decisivas la Encíclica “Evangelio Nuntiandi” (1975) de Pablo VI y el magistral discurso inaugural de Juan Pablo II, que realizó para tal ocasión su primer viaje apostólico. La IV Conferencia tuvo lugar en Santo Domingo con motivo del V Centenario, cuyas conclusiones no dejaron la huella profunda de los documentos anteriores. En 2007 Benedicto XVI participó de la IV Conferencia, en el santuario mariano de Aparecida, Brasil. El documento que lleva el nombre del lugar retomó el impulso de los dos primeros y deberá profundizarse en las iglesias locales. Benedicto XVI resaltó en su discurso inaugural: “Esta V Conferencia general se celebra en continuidad con las otras cuatro que la precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Con el mismo espíritu que las animó, los pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con la propia vida.
Después de la IV Conferencia general, en Santo Domingo, muchas cosas han cambiado en la sociedad. La Iglesia, que participa de los gozos y esperanzas, de las penas y alegrías de sus hijos, quiere caminar a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo (cf. Gaudium et spes,1).
(13.5.2007,http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2007/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20070513_conference-aparecida_sp.html
[7] Conferencia Episcopal Argentina: Declaración de San Miguel, 1969, texto completo en www.cea.org.ar
[8] S.S. Benedicto XVI, Carta Encíclica “Deus Caritas Est”, 25.12.2005.
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html Ver: Padilla, Norberto, Apuntes sobre la encíclica del amor, EDCO 2006-211.
[9] S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica “Dives in Misericordia”, 30.11.1980.
http://www.vatican.va/edocs/ESL0034/_INDEX.HTM
[10] S.S. Pablo VI, Alocución a los representantes de los Estados”. Nueva York, 4.10.1965.
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/speeches/1965/documents/hf_p-vi_spe_19651004_united-nations_sp.html
[11] Un estudio sobre la posición argentina entre 1974 y 1999 puede verse en: Novick, Susana, “La posición argentina en las tres Conferencias Mundiales de población”, Documento de Trabajo, nº 11, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Ftad. de Ciencias Sociales, UBA, 1999.
http://www.iigg.fsoc.uba.ar/Publicaciones/DT/dt11.pdf
[12] Evangelio según San Mateo, 25, 25.37.42.
[13] Concilio Vaticano II, Declaración Dignitais Humanae sobre la libertad religiosa. 1965.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651207_dignitatis-humanae_sp.html
[14] Consejo Argentino para la Libertad Religiosa, CALIR, Congreso Internacional “La libertad religiosa, origen de todas las libertades”, 28 y 29 de abril de 2008. http://www.calir.org.ar/congreso/index.htm
[15] La frase está tomada del discurso del Juan Pablo II a la Pontificia Academia de Ciencias Sociales el 27.4.2001. Viene al caso destacar el rico intercambio de ese Papa y de su sucesor con las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales, cuyo canciller es el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo. La Academia de Ciencias Sociales, creada en 1994, tiene como presidenta a la Dra. Mary Ann Glendon, que dejó temporariamente el cargo para ser embajadora de los EE.UU. en la última etapa de la presidencia de George W. Bush. Entre los miembros de la Academia, desde su fundación, se encuentra el Dr. Juan José Llach, que en la revista Criterio ha brindado su experiencia en ese ámbito entre otras notas en: “Juan Pablo II y las ciencias sociales” (nº 2304, http://www.revistacriterio.com.ar/iglesia/juan-pablo-ii-y-las-ciencias-sociales/naturalesu testref. ) y “La caridad, la justicia y los pueblos”, nº 2328, julio 2007.
[16] La versión en español del nº 57 de la Encíclica publicada inicialmente en la página web del Vaticano enunciaba: “Sin duda el principio de subsidiariedad, expresión de la inalienable libertad de la persona humana.” Es decir, la frase quedó trunca, sobre lo que, confrontando la versión francesa, advirtió el P. Ignacio Pérez del Viso s.j. Días después, el error fue subsanado.
[17] La Pontificia Universidad Católica Argentina creó el Observatorio de la Deuda Social, que anualmente publica el Barómetro con los resultados de la situación de pobreza en el país.
[18] “Les recordé que cuando mi padre salió de Kenia, hace 50 años, el Producto Interior Bruto (PIB) de Kenia era superior al de Corea del Sur. Les pregunté ¿qué ha pasado desde entonces? Se ha hablado de la herencia del colonialismo y de los males que eso ha causado".
"Yo, por mi parte", señaló Obama, "he explicado que una de las razones es que Corea ha creado instituciones transparentes y eficaces, y no hay razón para que África no haga lo mismo". "Los países ricos", añadió, "tienen una obligación moral de aportar asistencia, y nosotros, por nuestra parte, vamos a cumplir con esa responsabilidad". "Pero las naciones pobres", dijo, "tienen la responsabilidad de utilizar esa asistencia de manera transparente, eficaz y con respeto a la ley".
En algún momento de esa intervención, Obama informó a sus interlocutores que todavía tiene "familiares que viven en aldeas donde el sufrimiento de la pobreza es real", pero donde cada día tienen que pagar un soborno para acceder a la comida o las ayudas internacionales.
Tras mencionar que los propios africanos deben comprometerse en poner fin a esas prácticas y crear instituciones que protejan a los ciudadanos, el presidente de EE UU aseguró que "no hay ninguna razón para que África no pueda ser eficaz".
Obama manifestó que ésta es una de las razones por las que ha escogido Ghana para su primera visita al continente africano, porque Ghana ha comenzado a crear esas instituciones y ha demostrado que es posible traspasar el poder de un partido a otro sin que se rompa la estabilidad democrática. Ghana es el único país de África donde se han producido dos transferencias consecutivas del poder sin interrupción de golpes o caudillismos. (El País, 11.7.2009.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Obama/alude/origen/exigir/reformas/Africa/elpepiint/20090711elpepiint_3/Tes
[19] Así el Grupo de Fundaciones (GDF), que reunió a fundaciones donantes, incorporó a empresas con programas de responsabilidad social, pasando a denominarse Grupo de Fundaciones y Empresas. www.gdfe.org.ar
SUPLEMENTO DE DERECHO CONSTITUCIONAL DOCTRINA
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La Encíclica Caritas in Veritate y el Orden Internacional
Por Hernando V. Cañardo(*)
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