La Pregunta Esencial:¿Cómo Ser Cristianosen un Mundo de Miseria?
Aportes de Introducción a la Teología de la Liberación, por Leonardo y Clodovis Boff – 1987.. Reproducido con permisión. Traducido por Germán Lema
Una mujer de unos cuarenta años, pero que parecía de setenta, se acercó al sacerdote después de la misa y le dijo con tristeza: “Padre, comulgué sin haberme confesado antes”. ¿Cómo pudiste hacerlo, hija mía?, preguntó el sacerdote. “Padre”, contestó ella, “llegué más bien tarde, después de que Ud. había iniciado el ofertorio. Durante tres días sólo he bebido agua y nada para comer. Me estoy muriendo de hambre. Cuando lo vi repartiendo las hostias, esos pedacitos de pan blanco, me acerqué a comulgar para lograr comer algo!. Al sacerdote se le vinieron las lágrimas, y recordó las palabras de Jesús:” Porque mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí y yo vivo unido a él...El que se alimenta de mí, vivirá por mí” (Juan 6,55-57)
Un día en la árida región del nordeste del Brasil, una de las regiones más acosadas por el hambre en el mundo, yo (Clodovis) encontré a un obispo que iba para su casa, tembloroso. “Obispo, ¿qué le pasa?”, le pregunté. Me respondió que había presenciado algo horrible: frente a la catedral estaba una mujer con tres niños pequeños y uno de ellos, de brazos colgado al cuello. Él había palpado que se desmayaban de hambre. El niñito parecía muerto, y le había dicho a la mujer: “Amamántalo, mujer”. “No puedo, Señor”, contestó ella. El obispo continuó insistiendo que debería hacerlo y ella en que no podía. Finalmente y en vista de la insistencia, ella desabotonó la blusa. Sus pechos sangraban y el niño chupaba violentamente: chupaba sangre. La madre que le había dado vida lo estaba alimentando con su propia sangre, con su propia vida. El obispo se arrodilló ante la mujer, puso la mano sobre la cabeza del niño, y en ese mismo momento juró que mientras esa clase de hambre existiera, él alimentaría por lo menos un niño cada día.
Un sábado por la noche, yo (Clodovis) fui a visitar a Manuel, un catequizador de una comunidad. “Padre”, me dijo, ”esta comunidad y otras en el distrito están desapareciendo. La gente se muere de hambre. Ya no vienen; no tienen las fuerzas para caminar tan lejos. Tienen que quedarse en sus casas para ahorrar energías.
Com-Pasión
¿Qué hay detrás de la Teología de la Liberación? Su punto de partida es la percepción de escándalos como los descritos, que existen no solamente en América Latina, sino también a través del Tercer Mundo. De acuerdo con datos estimativos “conservadores”, en esos países mantenidos en el subdesarrollo hay:
quinientos millones de personas con hambre;
mil seiscientos millones de personas cuya vida probable es de menos de sesenta años (cuando en los países desarrollados una persona llega a los cuarenta y cinco años se dice que llega a la edad madura; pero en África y en América Latina una persona tiene poca esperanza de llegar a esa edad);
mil millones de personas viven en la pobreza absoluta; mil quinientos millones no tienen el más mínimo acceso a cuidado médico;
quinientos millones están sin trabajo o sólo con trabajo ocasional, y un ingreso
anual de menos de US $150 anuales;
ochocientos millones son analfabetos;
dos mil millones no tienen suministro de agua potable.
¿Quién no se llena de una ira aceptable ante tal infierno humano y social? La teología de la liberación presupone una enérgica protesta a tal situación, que indica:
a nivel social: opresión colectiva, exclusión, y marginalización;
a nivel individual: injusticia, y negación de los derechos humanos;
a nivel religioso: perversidad social, “contrario a los planes del Creador y al honor debido a Él”. (Puebla)(1).(2), descubren las causas de la opresión, se organizan y actúan en forma coordinada.. Primero pueden reclamar todo lo que el sistema existente puede conceder: mejores salarios y condiciones de trabajo, cuidados médicos, educación, vivienda, etc.; luego pueden luchar para transformar la sociedad actual en una sociedad caracterizada por la abierta participación, una participación más justa entre las clases sociales, y una mejor forma de vida. (3), y lideraron movimientos de revuelta e independencia. Y entre los colonizadores hubo obispos como Bartolomé de las Casas, Antonio Valdivieso, Toribio de Mogrovejo, y otros misioneros y sacerdotes que defendieron los derechos de las gentes colonizadas e hicieron de la evangelización un proceso que incluía el avance en la consecución de sus derechos. (4) A éstas se les han unido grupos e individuos de otras clases sociales que han optado por un cambio en la sociedad y se han unido al pobre en su lucha por ese cambio. 1. La conferencia latinoamericana de obispos – CELAM – tuvo tres reuniones después del Concilio Vaticano Segundo. La segunda, reunida en Medellín, Colombia, en 1968, puede considerarse como el “lanzamiento oficial” del tema de la liberación. La tercera, reunida en Puebla, México, en 1979, con asistencia del Papa Juan Pablo II, desarrolló, aunque debilitándolas, las conclusiones logradas en Medellín. Revolver
Sin un mínimo de compasión por este sufrimiento que afecta a la gran mayoría de la raza humana, la teología de la liberación no puede ser comprendida. Bajo la teología de la liberación hay un compromiso profético y de camaradería hacia la vida, los objetivos y la lucha de estos millones de seres humanos rebajados y marginalizados; un compromiso para acabar con esta iniquidad histórico-social. La Instrucción del Vaticano bien lo establece: “Ni por un solo instante es posible olvidar la situación de dramática pobreza de donde brota el reto a los teólogos – el desafío de desarrollar una verdadera teología de la liberación”.
Cómo Encontrar al Cristo Pobre dentro de los Pobres
Toda teología verdadera brota de una espiritualidad – esto es, del verdadero encuentro con Dios en la historia. La teología de la liberación nació cuando la fe confrontó la injusticia para con los pobres. Por “pobre” no queremos decir al pobre individuo que pide limosna en la puerta de la casa. Nos referimos al pobre colectivo, las “clases populares”, que abarcan una categoría más amplia que el “proletariado” de Marx. (Es un error identificar al pobre de la teología de la liberación con el proletariado, aunque algunos críticos así lo hacen). Los pobres son también los trabajadores explotados en el mundo capitalista; los subempleados, hechos a un lado por el proceso de producción – que constituyen una reserva a la mano para remplazar a los ya empleados; los trabajadores del campo y los migrantes de un lado a otro en busca de trabajo ocasional. Toda esta masa de oprimidos social e históricamente constituyen el pobre como un fenómeno social. A la luz de la fe, los cristianos ven en él la mirada desafiante del Siervo que sufre, Jesucristo. Primero hay silencio, contemplación triste y silenciosa, como en presencia de un misterio que clama introspección y oración. Luego se manifiesta la presencia. El Crucificado en estas personas crucificadas llora y grita: “Porque yo tuve hambre y no me distes de comer... ¿cuándo te vimos desnudo y no te vestimos...? ¿cuándo te vimos en la cárcel y no fuimos a verte...? En verdad les digo que cuando dejastes de hacer eso con uno de éstos, conmigo dejastes de hacerlo. E irán al suplicio eterno...” ( Mateo 25.35-46):
Lo que aquí se requiere no es tanto contemplación como acción efectiva para la liberación. El Crucificado necesita volver a vivir. Estamos del lado del pobre solo cuando luchamos a su lado contra la pobreza que ha sido injustamente creada y les ha sido impuesta. Solidaridad con los oprimidos también es un acto de amor para con el Cristo que sufre, una liturgia que complace a Dios.
El Primer Paso: Acción Libertadora
¿Qué debe hacerse para que efectivamente se capacite a los oprimidos a salir de su inhumana situación?. Muchos años de reflexión y práctica sugieren que es necesario ir más lejos de las dos soluciones que se han ensayado: la ayuda y el desarrollismo.
La “ayuda” es la contribución ofrecida por individuos conmovidos por el espectáculo de una pobreza generalizada. Se establecen agencias y se impulsan proyectos con diferentes nombres. Pero por muy perceptiva y bien intencionada – y exitosa – que sea, la ayuda continúa siendo una estrategia para ayudar al pobre, pero tratándolo colectivamente como objetos que requieren de la caridad, y no como sujetos que requieren su propia liberación. Sencillamente se mira a los pobres como los que nada tienen. Y hay una falla en no ver que los pobres son oprimidos y empobrecidos por otros; y que lo que poseen – capacidad de resistir, capacidad para conocer sus derechos, para transformar una situación infrahumana - tiende a no ser considerado. La “ayuda” aumenta la dependencia del pobre, atándolo a la ayuda de otros, a las decisiones de otros: una vez más, a no capacitarlos para ser sus propios libertadores.
El "desarrollismo" busca mejorar la condición del pobre, pero siempre dentro de las relaciones sociales existentes y la estructuración básica de la sociedad, que descarta la mayor participación de todos y la disminución de los privilegios disfrutados por las clases dirigentes. El desarrollismo puede llegar a grandes realizaciones en las naciones más pobres, pero el desarrollo es casi siempre a expensas del pobre oprimido y muy rara vez en su favor. Por ejemplo, en 1964 la economía de Brasil ocupaba el puesto 46 en la economía mundial; y en 1994 ocupaba el 8º puesto. En los últimos veinte años se ha visto un progreso tecnológico e industrial innegable, pero al mismo tiempo se han empeorado considerablemente las condiciones sociales del pobre, con explotación, miseria, y hambre en escala previamente desconocida en la historia de Brasil. Este ha sido el precio pagado por el pobre para lograr este tipo de desarrollo elitista, explotador y exclusivista en el cual, según las palabras del Papa Juan Pablo II, el rico se hace más rico a expensas del pobre que se hace todavía más pobre.
Solamente con el desarrollo de una estrategia – la estrategia de la liberación – que cambie las condiciones sociales, el pobre puede destruir la situación de opresión. Bajo la liberación de los oprimidos se juntan, llegan a entender su situación a través del proceso de “concientización”
En América Latina, donde se originó la teología de la liberación, siempre ha habido movimientos de liberación desde los primeros días de la conquista española y portuguesa. Los indígenas americanos, y los oprimidos en general pelearon contra la violencia de los colonizadores, crearon reductos de libertad, tales como los quilombos y las reducciones
A pesar de la dominación masiva y carente del evangelio durante siglos de colonización, nunca se extinguieron completamente los sueños de libertad, pero sólo en las últimas décadas se ha esparcido una nueva conciencia de liberación en América Latina. Los pobres, organizados y concientizados, están tocando a la puerta de sus amos demandando vida, libertad, y dignidad. Se están tomando medidas para soltar una libertad actualmente cautiva. La liberación brota como estrategia de los pobres mismos, confianza en sí mismos y en sus instrumentos de lucha: sindicatos libres, organizaciones campesinas, asociaciones locales, grupos de acción y de estudio, partidos políticos populares, comunidades de base cristianas.
La multiplicación de regímenes de “seguridad nacional” (léase de seguridad del capital), de dictaduras militares, con su represión a los movimientos populares en muchos países de América Latina, es una reacción contra el poder transformador y de liberación del pobre organizado.
El Segundo Paso: La Fe Se Refleja el la Práctica de la Liberación
Los cristianos han estado y todavía están en el centro de esos movimientos de liberación. La gran mayoría de los latinoamericanos no son solo pobres sino también cristianos. La gran pregunta en un principio y todavía válida hoy era – y es – qué papel debe desempeñar la cristiandad. ¿Cómo podemos ser cristianos en un mundo de miseria e injusticia? Solamente hay una respuesta: para ser seguidores de Jesús y verdaderos cristianos debemos hacer frente común con el pobre y desarrollar el evangelio de la liberación. Luchas sindicales, batallas por la tierra y por los territorios de los indígenas, lucha por los derechos humanos y todas las formas de compromiso siempre hacen la misma pregunta: ¿Qué parte está jugando la cristiandad en el motivar y llevar a cabo el proceso de liberación de los oprimidos?
Inspirados por su fe – que tiene que incluir compromiso con el vecino, particularmente con el pobre, si ha de ser verdadero (Mateo 25:31/46 ) – y motivados por la proclamación del Reino de Dios – que comienza en este mundo y culmina en la eternidad – y por la vida, hechos y muerte de Cristo quien históricamente optó por el pobre y por el significado altamente liberador de la resurrección, muchos cristianos – obispos, sacerdotes, religiosos, monjas, y laicos – están actuando al lado del pobre, o respaldando las luchas que se están llevando a cabo. Las comunidades cristianas, las sociedades bíblicas, los grupos para la evangelización popular, los movimientos para la promoción y defensa de los derechos humanos, particularmente los de los pobres, agencias que se entienden con cuestiones sobre tenencia de tierra, indígenas, grupos marginalizados y otros similares, han demostrado tener algo más que el significado religioso y eclesial, y ser poderosos factores para la movilización y propulsores de la liberación, especialmente cuando unen sus fuerzas con otros movimientos populares.
La cristiandad no puede más ser considerada como el opio del pueblo, ni puede ser vista como dando respaldo a una mera actitud crítica: ya se ha convertido en un propósito activo de liberación. La fe desafía la razón humana y el progreso histórico del poderoso, pero en el Tercer Mundo considera el problema de la pobreza, visto ahora como resultado de la opresión. Sólo desde este punto de vista puede izarse la bandera de la liberación.
El evangelio no está dirigido principalmente al hombre “moderno” con su espíritu crítico, sino primero y más importante a los “don nadie” a quienes se les niega la dignidad básica y los derechos. Esto -nos lleva ala reflexión en un espíritu de Profesía y solidaridad dirigidas a convertir los “don nadie” en seres humanos, a renovarlos, de acuerdo a los designios del “nuevo Adán”, Jesucristo.
El reflexionar sobre bases prácticas, dentro del ámbito de los enormes esfuerzos hechos por los pobres y sus aliados, el buscar inspiración en la fe y en el evangelio del compromiso a luchar contra la pobreza y por la liberación integral de todas las personas y de la persona toda – eso es lo que significa la teología de la liberación.
Los cristianos que han sido inspirados por sus principios y los practican, han escogido el camino arduo, exponiéndose a la difamación, persecución y hasta el martirio. Muchos han sido llevados por su discernimiento y prácticas de solidaridad en sus orígenes a un proceso de verdadera conversión. El arzobispo Oscar Romero de San Salvador quien había sido conservador en sus puntos de vista, llegó a ser un gran intercesor y defensor de los pobres cuando contempló el cuerpo de Fray Rutilio Grande, asesinado por su compromiso con los pobres. La sangre derramada del mártir actuó como un llamado a abrir los ojos a la urgente tarea de la liberación. Y él mismo cayó como mártir por igual causa.
El compromiso con la liberación de millones de oprimidos en nuestro mundo devuelve al evangelio la credibilidad que tenía al principio y en los grandes períodos de santidad y testimonio profético en la historia. El Dios que se compadeció de los maltratados y el Cristo que vino a liberar a los prisioneros se muestran con una nueva cara e imagen hoy día. La salvación eterna que ofrecen está intervenida por las liberaciones históricas que dignifican a los hijos de Dios y tornan creíble la futura utopía del Reino de la libertad, justicia, amor y paz, el Reino de Dios en medio de la humanidad.
De todo esto se concluye que si vamos a entender la teología de la liberación debemos primero entender y tomar parte activa en el proceso real e histórico de liberar a los oprimidos. En este campo, más que en otros, es vital ir más allá de un mero acercamiento intelectual que se contenta con comprender una teología a través de sus aspectos puramente teológicos, con leer artículos, asistir a conferencias y leer libros. Tenemos que abrirnos camino en un marco de referencia más bíblico en el cual ”conocer” implica amar, dejarse envolver en cuerpo y alma, comulgando completamente –como dice Jeremías:” Él hacía justicia al pobre y al desvalido, y todo iba bien”. (Jer. 22.16).
Así que las críticas a la teología de la liberación por los que la juzgan puramente a nivel conceptual, desprovistos de todo compromiso real con los oprimidos, deben ser miradas como radicalmente irrelevantes. La teología de la liberación responde a tales críticas con una sola pregunta. ¿Qué parte ha desempeñado usted en la liberación efectiva de los oprimidos?
Notas
2. “Concientización” es el término introducido por el educador Paulo Freire. En su trabajo con los analfabetos brasileños, la unidad de aprendizaje básico siempre estuvo unida al contexto socio-político del aprendiz, a diferencia de un aprendizaje puramente objetivo o indoctrinación.
3. Los quilombos eran poblaciones establecidas y habitadas por esclavos prófugos. Las reducciones eran localidades de relativa libertad para los latinoamericanos bautizados, especialmente indígenas, supervisados por órdenes religiosas, como los jesuitas en Paraguay, y otras regiones durante los siglos XVII XVIII.
4. El término comunidad de base cristiana se refiere a pequeños grupos que se reúnen para el estudio de la Biblia, liturgia y acción social, generalmente sin un sacerdote pero bajo un líder entrenado. Son más pequeñas que las parroquias y representan la “base” de la sociedad. En la práctica son la base operacional de la teología de la liberación.
Rafael H. Menghi.
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sábado, 14 de febrero de 2009
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